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jueves, 11 de febrero de 2021

21 DE FEBRERO: DÍA INTERNACIONAL DE LA LENGUA MATERNA

(Reflexiones en voz alta. Probablemente, mi testamento ideológico)



El esperanto en el edificio de "Un Mundo Mejor"

    Hace ya tiempo que pienso que la "historia de las civilizaciones" es, en gran medida, la historia de la barbarie y de la ignorancia: esclavitud, guerras, genocidios, adoración de deidades inexistentes, maltrato a la mujer, uso de supersticiones entre la población, negación y persecución de la verdad científica... Pese a todo, soy de los que creen que la humanidad avanza hacia el bien. En efecto, los ilustrados el Siglo XVIII empezaron a "disipar tinieblas y a cortar cadenas". Y desde entonces la comunidad humana avanza: superando lentamente injusticias muy dolorosas, con aprendizajes lentos, rectificando tarde, con traspiés y con pasos hacia atrás... Pero avanza. Estamos mejor que hace 200 años. Seguro. Pero, ¡ay!, ¡queda tanto por hacer! 

  En efecto, tras un largo proceso evolutivo está cada vez más aceptada la necesidad de avanzar hacia la justicia y hacia la armonía en el ámbito social y económico. De igual manera, es cada vez más evidente que los recursos medioambientales han de ser utilizados de manera racional y respetando la biodiversidad. Asimismo, va calando la idea de que solo los medios pacíficos valen para conseguir los objetivos que cada cual se proponga; que solo sin violencia se puede proponer y buscar "el bien", ya sea el bien individual o el colectivo. Todo esto va calando de manera muy, muy lenta. Y, en gran medida,  quizá solo en teoría. Y es cierto que lastres como el nacionalismo o el neoliberalismo dificultan el proceso. De acuerdo. Pero la humanidad avanza. Porque está claro que hoy día ya nadie defiende la esclavitud; y que hoy día ya nadie niega el derecho de todo el mundo a la salud y a la educación. Y porque ya son muy pocos los que defienden el uso de la fuerza y de la guerra para solucionar las diferencias. Afortunadamente, estas tendencias son ya imparables. Pero quedaría un cuarto pilar para construir este edificio al que llamaríamos "un mundo mejor": el pilar de la justicia cultural.

Muchos se sorprenderían de saber que la biblioteca de la Asociación Británica de Esperanto cuenta con más de 30.000 elementos (15.000 libros y el resto son revistas, discos, archivos digitales, etc)


   Es difícil calcularlo con precisión, pero en el mundo se hablan más de 6.000 idiomas y dialectos. La justicia cultural significa que cada individuo, cada pueblo, cada etnia, ha de tener derecho a utilizar su lengua materna en cada faceta de la vida. Es evidente que, por diversas razones, pueden también aprenderse otras lenguas y se puede acceder a otras culturas. Y si esto sucede de manera voluntaria es, de entrada, algo positivo. Pero los hablantes nativos de lenguas "grandes" viven siempre en ventaja cultural y social respecto a los hablantes nativos de lenguas "pequeñas". (Es cierto que puede suceder que una lengua sea "grande" en unos contextos y "pequeña" en otros. Pero ese no es el tema de este artículo). Es muy evidente que los hablantes de las lenguas numéricamente poderosas jugarán "el partido de la vida" siempre con ventaja. También en este ámbito -como en tantos otros- unos ejercerán de "amos", y otros harán el papel de "esclavos". Y una de las consecuencias más graves de todo esto es que las lenguas pequeñas tienden a desaparecer. Es, por tanto, una situación injusta desde el punto de salida. A partir de ahí, no es posible hablar en serio de "respeto a la diversidad cultural" ni de "igualdad de derechos". Ni siquiera se podría hablar de democracia.

   Por motivos complejos, ninguno de los problemas expuestos al principio (justicia socioeconómica, respeto al medio ambiente, soluciones pacíficas a los problemas) son fáciles de solucionar. Pero la "justicia cultural" sí que sería fácil: basta con potenciar y utilizar como lengua internacional -e interétnica- de comunicación un instrumento neutral, un instrumento que esté "al alcance de todos los bolsillos y de todas las inteligencias". Un instrumento diseñado por un científico con alma de poeta. Una lengua que recoge muchos elementos de lenguas "étnicas" ya existentes, pero que los racionaliza y los purifica, presentándose como algo nuevo que viene a jugar un papel que es imposible que las lenguas étnicas puedan jugar de manera decente. Una lengua usada y perfeccionada por una comunidad pequeña y ninguneada históricamente. Pero una comunidad más numerosa de lo que muchos puedan sospechar y que sabe muy bien que lo que está construyendo -ladrillo a ladrillo- es la base imprescindible para un mundo mejor. 

   Y aunque la mayoría de la población lo desconozca, ese instrumento ya existe desde finales del siglo XIX, y se llama Esperanto. La enseñanza y el uso del esperanto no solo aportaría una solución justa en la comunicación y en la difusión de la cultura a nivel "global", sino que ayudaría mucho también a superar los atávicos y permanentes conflictos entre comunidades vecinas por imponer su lengua en situaciones de coexistencia. El ideario de esta lengua se resumiría en algo así como: "Para cada pueblo, su idioma y su cultura. Para todos -como una especie de punto de (re)unión-, el esperanto".* 

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  * Y es que esto va mucho más allá de solucionar los problemas de comunicación (para eso también valdrían el Globish, los diccionarios y los traductores; incluso podríamos entendernos mediante gestos); y también va mucho más allá de establecer soluciones justas y pacíficas entre los pueblos ("bastaría" con declarar oficiales las 6.000 lenguas del mundo y firmar y cumplir un tratado de desarme multilateral). Porque el esperanto consigue que quienes se animan a aprenderlo experimenten pronto el sentimiento de que, con independencia del origen geográfico, de la condición social y de los gustos e ideas de cada persona, hay algo -casi indefinible- que sirve de punto de encuentro para todo el que quiera formar parte de esa aventura cultural que se llama esperanto. Y ese "algo indefinible" yo lo identificaría con el amor, entendido en sentido amplio. Decía la profesora Esther Schor -de la Univesidad de Princeton- que son muchas las razones que pueden llevar a una persona a aprender esperanto; pero que siempre aparece una constante: el amor (amor a la humanidad, a la justicia, a la belleza...) Estoy muy seguro de que ningún acuerdo comercial ni político ni social, ni ninguna religión ni ninguna asociación deportiva podrán conseguir nunca llegar tan lejos. 

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 Desgraciadamente, el movimiento esperantista no puede hacer más de lo que hace. Son las instituciones internacionales y las autoridades educativas las que tienen que dar los pasos necesarios. Para eso es necesario empezar a derribar los prejuicios que ya el doctor Zamenhof sabía que se iban a levantar contra el esperanto (prejuicios que muchos otros intelectuales -como Claude Piron o Umberto Eco- han establecido como la causa principal del lento avance del esperanto). En este sentido, merecen destacarse las actitudes positivas de la Unesco y del gobierno chino en su apoyo reciente a la causa del esperantismo.

  Feliz Día Internacional de la Lengua Materna. Feliz avance hacia un mundo mejor.


                                                 Cartel de 2021 en esperanto

Cartel en español de la Unesco de años anteriores

Cartel de 2021 en español

Cartel de 2021 en árabe

"Paz por medio del esperanto"
 


Desde 2017 la Unesco publica su revista oficial también en esperanto

 
Libro publicado recientemente (en edición bilingüe chino-esperanto) con motivo de los 70 años de la creación de la Unesco
 

El valor didáctico del esperanto merece tratamiento aparte










 







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